ELIÁN
STOLARSKY,
MUSEO HISTÓRICO CABILDO.
Juan José Santos, ArtNexus #107. 12-2017 / 02-2018. Pág 102.
Hay contextos expositivos que colaboran con la obra de arte, y viceversa, trabajos que dotan de una nueva voluntad, o potencian la original, a sus contextos. El Museo Histórico Cabildo no es un cubo blanco. Su carga histórica, al ser marco de los acontecimientos políticos y sociales mas relevantes del Uruguay, es muy pesada, pero también puede servir de cimiento para una experiencia mas liviana, abstracta o poética.
“Cuando las palabras ardan en la chimenea”, de Elián Stolarsky, cumple a la perfección con esa premisa. Mediante el grabado sobre diversas superficies transparentes, logra elevar el dibujo de manera, sino evanescente, al menos sí ligera y frágil, estableciendo un diálogo entre la certidumbre de la sala, el suelo o la chimenea (a la que hace directa alusión en el título de la muestra), y lo delicado de la propuesta. Dos grandes murales realizados en técnica mixta, en los que aparecen unos vendedores sentados en un banco, y unos trabajadores posando orgullosos en el descanso de la labor, a los que se adhiere de forma ininterrumpida una fotografía de corte familiar, son acompañados con retratos- fragmentos y miradas que aparecen en los murales- sobre cristal, en los que el trazo es visible sobre un contenedor invisible.
El recuerdo es la materia prima, y el dibujo, la herramienta de Stolarsky, si bien en el interludio varias pistas son agregadas para la comprensión de la muestra. En el texto d ela exposición de alude a la canción “Oyfn Pripetchik”, de M.M. Warshawsky (1848-1907), una referencia en yidis, que aun se canta en las guarderías judías, y que relata como un rabino enseña a los estudiantes el alfabeto /Fuego en el hogar, se siente el calor/ De una llama arder/ el maestro enseña a los pequeños niños/ hoy el ABC). La conexión entre el elemento hogareño del espacio expositivo, la chimenea, el título de la instalación y las obras es ms claro. Para poder entender de una forma mas precisa es necesario conocer la trayectoria, aunque aun efervescente, de la artista. Su trabajos e centra en lo biográfico- en muchas ocasiones, lo autobiográfico- en su versión mas fantasmagórica, latente o efusiva. Siguiendo esas pocas huellas que se publican en el texto, la manera fraccionada con la que se afronta la imagen alude a esa misma inconexión aparente, cuando uno se sumerge en los recuerdos. Memoria individual y colectiva fluctúan en esta revisión de una historia de emigrantes, de promesas y de sueños, que permanecen ahora revelados en este frasco extendido, en un tapiz de vidrio que sirve de lienzo de invocaciones.
La similitud material de los murales con los de un azulejo ilustrado conjuga a la perfección con la sala del Cabildo, en cuyas paredes resuena el eco de acontecimientos pasados. El que se vea tentado a vincular esta memoria individual con la colectiva encontrará un sinfín de historias de historia e historia de historias. Desde época colonial, la migración judía recaló en Uruguay en gran número. Tras las grandes guerras este aumentó, teniendo su cénit en la década de los sesenta. Hoy, el país es el tercero de América del Sur en cuanto a su población judía. Su viaje, y posterior establecimiento en una nación ajena, es patrimonio común que, gracias a la contribución cultural, a podido ser integrado con mayor desenvoltura. Esta indagación generada por líneas y sombras, el dibujo minucioso – y laborioso, teniendo en cuenta las dimensiones finales- empleados por Stolarsky, sintoniza con esa lectura personal que se hace comunitaria, con ese alfabeto que aprende el niño para, años después, conformar expresiones de profundidad.
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Juan José Santos, ArtNexus #107. 12-2017 / 02-2018. Pág 102.
Hay contextos expositivos que colaboran con la obra de arte, y viceversa, trabajos que dotan de una nueva voluntad, o potencian la original, a sus contextos. El Museo Histórico Cabildo no es un cubo blanco. Su carga histórica, al ser marco de los acontecimientos políticos y sociales mas relevantes del Uruguay, es muy pesada, pero también puede servir de cimiento para una experiencia mas liviana, abstracta o poética.
“Cuando las palabras ardan en la chimenea”, de Elián Stolarsky, cumple a la perfección con esa premisa. Mediante el grabado sobre diversas superficies transparentes, logra elevar el dibujo de manera, sino evanescente, al menos sí ligera y frágil, estableciendo un diálogo entre la certidumbre de la sala, el suelo o la chimenea (a la que hace directa alusión en el título de la muestra), y lo delicado de la propuesta. Dos grandes murales realizados en técnica mixta, en los que aparecen unos vendedores sentados en un banco, y unos trabajadores posando orgullosos en el descanso de la labor, a los que se adhiere de forma ininterrumpida una fotografía de corte familiar, son acompañados con retratos- fragmentos y miradas que aparecen en los murales- sobre cristal, en los que el trazo es visible sobre un contenedor invisible.
El recuerdo es la materia prima, y el dibujo, la herramienta de Stolarsky, si bien en el interludio varias pistas son agregadas para la comprensión de la muestra. En el texto d ela exposición de alude a la canción “Oyfn Pripetchik”, de M.M. Warshawsky (1848-1907), una referencia en yidis, que aun se canta en las guarderías judías, y que relata como un rabino enseña a los estudiantes el alfabeto /Fuego en el hogar, se siente el calor/ De una llama arder/ el maestro enseña a los pequeños niños/ hoy el ABC). La conexión entre el elemento hogareño del espacio expositivo, la chimenea, el título de la instalación y las obras es ms claro. Para poder entender de una forma mas precisa es necesario conocer la trayectoria, aunque aun efervescente, de la artista. Su trabajos e centra en lo biográfico- en muchas ocasiones, lo autobiográfico- en su versión mas fantasmagórica, latente o efusiva. Siguiendo esas pocas huellas que se publican en el texto, la manera fraccionada con la que se afronta la imagen alude a esa misma inconexión aparente, cuando uno se sumerge en los recuerdos. Memoria individual y colectiva fluctúan en esta revisión de una historia de emigrantes, de promesas y de sueños, que permanecen ahora revelados en este frasco extendido, en un tapiz de vidrio que sirve de lienzo de invocaciones.
La similitud material de los murales con los de un azulejo ilustrado conjuga a la perfección con la sala del Cabildo, en cuyas paredes resuena el eco de acontecimientos pasados. El que se vea tentado a vincular esta memoria individual con la colectiva encontrará un sinfín de historias de historia e historia de historias. Desde época colonial, la migración judía recaló en Uruguay en gran número. Tras las grandes guerras este aumentó, teniendo su cénit en la década de los sesenta. Hoy, el país es el tercero de América del Sur en cuanto a su población judía. Su viaje, y posterior establecimiento en una nación ajena, es patrimonio común que, gracias a la contribución cultural, a podido ser integrado con mayor desenvoltura. Esta indagación generada por líneas y sombras, el dibujo minucioso – y laborioso, teniendo en cuenta las dimensiones finales- empleados por Stolarsky, sintoniza con esa lectura personal que se hace comunitaria, con ese alfabeto que aprende el niño para, años después, conformar expresiones de profundidad.
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